Dr. Gregorio Martirena, un referente de la ética médica en Uruguay

Compartimos el editorial de la Revista Médica Uruguaya dedicado a la figura del Dr. Gregorio Martirena, ex Presidente de la Federación Médica del Interior.

El Dr. Gregorio Ramón Martirena Alzugarayn nació el 6 de julio de 1938 en Pirarajá, localidad situada al norte de Lavalleja. Falleció en la ciudad de Minas el 23 de junio de 2014, a los 75 años de edad.
Se graduó en 1968 y se formó como otorrinolaringólogo en la Cátedra que hicieron trascendente Manuel Quintela y Justo M. Alonso.

Llevó la especialidad a su departamento, sien do tal vez el primer otorrinolaringólogo residente en Minas y uno de los primeros en el interior del país.

Colaboró con sus colegas de los departamentos vecinos para encarar las intervenciones quirúrgicas más difíciles de la especialidad, en una red de colaboración que implicaba generosidad y coraje.
En su juventud, mientras estudiaba medicina, fue secretario del Dr. Washington Beltrán Mullin cuando este era presidente del Consejo Nacional de Gobierno (1965), guardando profundo afecto por él y su familia. En 2000 fue candidato a intendente de Lavalleja por el lema Encuentro Progresista-Frente Amplio.
Integró el Comité Organizador de la 6ª Convención Médica Nacional (1972), que sentó las bases de lo que sería el Seguro Nacional de Salud y la Colegiación Médica. Antes de la reconquista de la democracia, presidió el Comité Organizador de la 7ª Convención Médica Nacional (1984), que impulsó el juicio ético a los médicos que habían colaborado con la dictadura y la represión.

A partir de ese impulso se formó la Comisión Nacional de Ética Médica que actuó hasta 1990, integrada por médicos y abogados, con intervención fundamental del Colegio de Abogados del Uruguay y las gremiales médicas: el Sindicato Médico del Uruguay (SMU) y la Federación Médica del Interior (FEMI). Precisamente, a partir de estas investigaciones, Martirena publicó su libro «Los médicos y la tortura», un material de referencia obligada en el tema.
Presidió la FEMI desde 1975 durante diez años, marcando rumbos en materia de organización, gestión asistencial y una firme defensa de los principios éticos y los derechos humanos. Su presidencia estuvo marcada por una consolidación de las organizaciones médicas cooperativas de cada departamento. La FEMI había iniciado sus actividades fundacionales en 1965 y, cuando la dictadura arreció, asumió su responsabilidad una generación más joven que estaba dispuesta a seguir adelante con la defensa de la actividad gremial de los médicos. El SMU había sido intervenido en octubre de 1975 y la FEMI fue entonces la única entidad gremial médica que pudo seguir existiendo durante la larga noche de la dictadura. Gregorio Martirena y Tabaré Caputi fueron quienes llevaron adelante con valentía y lucidez la difícil tarea. No se ocuparon únicamente de cuidar la fuente de trabajo y los principios gremiales de los médicos del interior, si no que lucharon por revitalizar, desintervenir y desproscribir a todos los médicos del país.
Cuando en abril de 1984 se produce la muerte del médico Vladimir Roslik, un querido médico de la Colonia San Javier, en el departamento de Río Negro, Martirena y Caputi impulsaron el juicio ético de quien intervino en la primera autopsia, que pretendió desvirtuar la verdadera causa de muerte, ocurrida bajo tortura.

La defensa del caso Roslik, encabezada por Martirena, marcó a fuego la actividad médica en el plano de la ética. No solo acompañó a la familia del colega asesinado, si no que recorrió el país, apareciendo en los medios masivos de comunicación y en las asambleas de la FEMI para poner al descubierto las graves violaciones a los derechos humanos que se habían registrado en el período dictatorial.

Por esa prédica se lo intentó amedrentar, e incluso, en plena democracia, debió enfrentar un juicio por denunciar esos hechos, situación en la que fue respaldado por el SMU, quien se hizo cargo de su defensa, que estuvo a cargo de los Dres. Antonio Grille y Gustavo Puig.
La 7ª Convención Médica Nacional fue un aldabonazo en la vida cívica del país, una significativa contribución a la derrota de la dictadura. El evento contó con la participación de personalidades invitadas de los Estados Unidos, como el Dr. Richard Goldstein y el Soc. Patrick Breslin, de la Academia de Ciencias de Nueva York y de la Fundación Esculapio, quienes habían logrado visitar en las cárceles del régimen a médicos y estudiantes de Medicina encarcelados por su participación en la resistencia democrática.

Esa Convención propició el regreso al país de destacados colegas exiliados, como Hugo Carlos Sacchi, Hugo Villar y Hugo Dibarboure Icasuriaga, entre otros.